lunes, 21 de marzo de 2011

Dentro.









6:50


6:50.

Lo marca el reloj y lo siento en los ojos.

Arde.

La hora.

El momento en el que el Sol está a punto de asomarse. Por el cielo oscuro. El cielo dormido. Sonrojado. 
A él no se le ocurre madrugar. Ni tomar café recién hecho. Ni fumar un cigarro. Hecho a medida por unas manos frías. Y suaves. Pero sobre todo frías. 
Frías. 
El Sol sigue un ritmo demasiado personal. Dirigido no a ti. Ni a mí… pero sólo comprensible por nuestros ojos.

“Y yo. Tengo que desprenderme del último sueño, tengo que arrancarme el alma para empezar.“(Desde abajo)

domingo, 13 de marzo de 2011

***

La ridícula forma de re-cordar re-volver re-vivir: cuando las sábanas lamían un cuerpo y las manos resbalaban (incansables e insaciables) por una espalda tímida y suave. Ridícula sensación de que sabe a poco y de que sigo teniendo hambre y sed. De un cuerpo y una sensación demasiado ridícula porque no tiene nombre ni apellidos.

La forma de no saber si merece la pena preguntar: ¿Va a llover? Para, sólo, dejar de cargar con un paraguas roto a todas partes como si fuera un tesoro mientras pasan veinte años… y sin saber si merece la pena preguntar ¿Va a llover? Cuando sé de sobra que siempre llueve-siempre me mojo-siempre me gusta.

Ridícula.

La mañana que es poesía plena- pura y envuelta en humo de un cigarrillo mal apagado y páginas de un libro que alguien escribió hace siglos con palabras inmensas y bellas que todo lo dicen y estremecen… como ese/un beso llegando de golpe y por sorpresa que es también inmenso y bello y todo lo dice y estremece.

Ridícula.

Sintiéndome estrella de cina mientras me pinto las uñas con el eterno Chanel 509. Sintiendo frío calor y llevando susurros en el bolsillo. Sintiendo la amenaza de pasar de estación y no guardar un recuerdo.


miércoles, 9 de marzo de 2011

**

De repente la luz se apaga. El telón se cierra de golpe también. Una ópera a oscuras, así de repente, como quien no quiere despertar de un sueño hermoso.

 Momentos así. De sonrisas tímidas. Que nadie ve. Que nadie necesita ver. Porque no entendería. Tampoco necesita hacerlo La Verdad sea dicha.

 Sí, las uñas grises “de turno” han acompañado el día. Y han sujetado el tenedor más ridículo del mundo mientras devoraba un trozo de pastel de manzana, y el sol también. Y las pocas nubes. 





Que bien sienta recordarlo. Eso. Que Hoy merece la pena. No tener mucho más poco más algo más no tener nada y aun así: saber que merece la pena.  Seguir. Ponerse tacones que hacen que duelan los pies y labios rojos, muy rojos,  y también aguantar los golpes del metro, y el vivir sin ascensor en un quinto piso casi trágico pero con terraza y mucha luz a partir de 4 de la tarde. Qué bien. Mal. Quién sabe. Eso.

Que se apague la luz. Qué Sueño.

*

Yo siempre creía que escribir palabras, invisibles, sobre la piel o la sábana de turno… es de locos. Pero resulta que no. Que es peor, si cabe. Porque olvidas lo que has escrito y el momento, tarde o temprano, se olvida también. La locura es necesaria a veces, aunque olvidemos el por qué. 

Sin ella nada sería normal al fin y al cabo.

Cambié entonces: piel por una ventana cerrada. Y tampoco sirvió. No siempre llueve y tarde o temprano toca limpiar las vocales. Y borrar palabras con un trapo que huele bien, pero que tarde o temprano se llevará todo cuanto has sentidodichopensado… es espeluznante, creedme. 

Respira. Es el principio. Y todo vale. 

Siempre.