Era un cisne no.
No era un cisne era.
Simplemente era.
Ventana abierta y
violín a las cuatro
de la mañana a las
cinco y los fines de
semana hasta las seis.
Mañanas seis horas cada noche
trasnochando,
como
una tonta sin querer morir sin querer morirse nunca pero muriendo.
Cada día cada
hora cada nunca.
Ahora.
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