viernes, 3 de agosto de 2012

Carta número Uno.

Dices que nunca lloras los huesos de la muerte, los lunares en la mejilla, los silencios cuando el frío inclemente te tiñe los gemidos. Suspiras. Me dices que hasta cuándo la vida morderá cada noche. Cada tiempo.

"Y mirarnos desnudos. Y desnudarnos despacio. No abrir los ojos aún. Quedarnos dormidos. Enfriarnos. Coger una neumonía. Juntos. Y desnudos. Y sin abrir los ojos. Aún.

Y deshacernos después la saliva y agrietar los mapas y aprender a nadar por quinta vez consecutiva. Como la calle número cinco. O diez y seis. Como los cinco lunares y los cinco orgasmos no seguidos, pero. Cinco al fin. Al cabo. Al principio. Cuando aún no me sabía de memoria tus cinco sentidos. Antes de que te robara otro. Por el siempre.

Y que ni nos pille el jamás despiertos que no nos envuelva la Luna para regalo que se lleve los adjetivos preferidos. Que no. Que no te vayas."

Dices.

Él compromiso de la pena.

(El)la pena inexacta.

1 comentario: